Los conflictos se originan a menudo donde las personas tienen contacto relativamente estrecho o regular entre sí. Cuando los conflictos conducen a una querella judicial, esto significa en la mayoría de los casos, que la relación entre los involucrados en el conflicto está completamente destruida o en gran parte. Frecuentemente las querellas judiciales concluyen quedando una de las partes vencedora y la otra perdedora. Los procesos judiciales cuestan mucho tiempo y dinero. Junto a la pérdida de los valores materiales pueden ser afectados también otros valores como el bienestar psíquico y/o la reputación.
Una mediación ofrece la posibilidad de proteger la relación entre las partes del conflicto o muchas veces incluso de mejorarla.
A través de investigaciones sobre los intereses escondidos, preocupaciones y necesidades que hay detrás de las posiciones duras de los contrincantes, se fomenta la comprensión mutua y con la ayuda de la búsqueda en común de una solución del conflicto aceptable para todos, se favorece la disponibilidad y capacidad de cooperación.
La mediación en el ámbito laboral puede conducir a que un equipo de trabajo cuya colaboración haya sido algo insoportable, tiempo más tarde se convierta en un grupo comunicativo y eficaz.
La mediación en el terreno familiar puede conducir a experiencias que llevan una relación que está al punto de su destrucción, a una convivencia cooperativa.
Algo parecido se puede observar en casi todas las formas de conflictos en los más diversos terrenos de la vida.

Incluso en una relación donde no se pretenda su continuación o mejoría o no se llegue a alcanzarla, la mediación ofrece soluciones individuales, soportables y a menudo más aceptables para todas las partes que en el caso de una querella judicial.

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